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Los no-discursos del falso altruismo corporativo



El concepto de no-lugares del antropólogo francés Marc Augé, el que acuñó algo así como 32 años, es muy elocuente sobre lo que sucede con los espacios habilitados para el transporte, el comercio y la logística propios del capitalismo: son espacios de anonimato y sin memoria colectiva cuya relevancia se ciñe a hacer posibles los intercambios de un mundo diseñado para que una minoría saque la mejor parte de todos ellos.

 

Lo mismo sucede con los conceptos y con los discursos.

 

Muy a menudo vienen a mí por esta y otras redes conceptos como “democracia”, en la que los acólitos de un dios menor reproducen la idea con la semántica heredada de la democracia estadounidense, o bien, a partir de una versión descafeinada en la que se establece una forma de analogía con la participación, entendida esta de una forma pedestre.

 

Esto podría parecer solamente un síntoma de impotencia hermenéutica: no saber que el contenido de las palabras tiene una historia que hace referencia a un tiempo, lugar y circunstancia, como el ideal de la democracia madisoniana de contrapesos cuyo sentido histórico pertenece a la constitución estadunidense de 1787 y a todo lo que tuvo que suceder para que esas personas decidieran gobernarse de forma federada, con división de poderes y con sistemas de representación popular. Ya se ha discutido mucho en la ciencia política sobre si todos los países transitan el mismo camino o si, incluso, transitarlo en condiciones ligeramente distintas debería llevar a otro tipo de “democracia”.

 

Las OSC y la responsabilidad social corporativa


Lo que sucede a una escala menor, es que hay muchas organizaciones y actores –en México y el mundo— que usan estas versiones importadas o genéricas de conceptos tan relevantes para hacer un trabajo que termina por ser irrelevante, intrascendente. Se puede apreciar en las OSC de elite y en el trabajo de responsabilidad social corporativa (RSC), entornos que saturan las redes de mensajes de altruismo cuya única utilidad es ser la cara social de sociedades anónimas.

 

Pese a que hay excepciones meritorias, como las organizaciones que entran en territorio y donan en especie –comida, estufas, oferta educativa—, la mayor parte del mundo de las OSC que no son de piso y la RSC son otra clase de no lugares en las que se blanden hasta la ignominia grandes palabras despojadas de sentido histórico, de hechos o hasta de intenciones.

 

Producen, de esta forma, una plétora de no-discursos que nos llegan todos los días por redes sociales y que, no sorpresivamente, no emocionan a nadie, pues la mayoría de la gente puede ver que carecen de sustancia. Una característica tan sintomática del tiempo que vivimos como chocante es que hay toda una industria de los no-discursos, y plataformas vinculadas con algún mercado (como LinkedIn) permiten ver hasta qué punto norman y pautan el discurso de los individuos y el alcance que tienen, incluso, en su forma de vestir y hablar.


Ya no se entiende el mundo en el que vivimos si no se sabe que, además de cierto tipo de vestimenta y pose (cuerpo de lado, cara viendo al frente), ahora también hay que hablar una jerga altruista corporativa que casi nunca está relacionada con verdaderos actos de altruismo y que, lamentablemente, hay toda una clase social que obtiene rentas de este arte oscuro de hacer relaciones públicas disfrazadas de altruismo.

 
 
 

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